Audaz, divertida y profunda
Anagrama
402 pags.
“Todas las creaciones
intelectuales y artísticas, incluso las bromas, las ironías o las parodias,
tienen mejor recepción en la mente de las masas cuando éstas saben que en algún
lugar detrás de una gran obra o de un gran engaño se encuentra una polla y un
par de pelotas”. Con esta frase empieza la última novela de
Siri Hustvedt, que cuenta la historia de
Harriet Burden, una viuda rica y excepcionalmente culta que, tras pasar su vida
a la sombra de su marido, un gran marchante de arte, trama un engaño para demostrar
a todo Nueva York que el mundo artístico la ha ninguneado siempre solo por ser
mujer, y que las percepciones sobre una obra de arte y, por tanto, su éxito,
están marcadas por elementos ajenos a su calidad.
El
engaño de Harriet Burden al mundo intelectual y artístico de Nueva York
consiste en confabularse con tres artistas masculinos para que hagan pasar por
suyas las obras que ella crea. A lo largo de cinco años, Burden realiza tres
exposiciones, que presenta, sucesivamente, bajo la autoría de Anton Tish,
Phineas Q. Eldridge y Rune, tres hombres muy diferentes entre sí, con los que
Burden entabla relaciones también muy distintas. Tras esas máscaras, Harriet va
consolidando su gran proyecto de terminar
revelando al mundo que quien ha hecho babear a los críticos y a los entendidos
no es un hombre, sino esa mujer a la que han dado de lado durante tanto tiempo;
la que organizaba las cenas de Felix Lord, el gran marchante de arte al que
todos admiraban; esa mujer grandota que no se atrevía a hablar demasiado porque
sus conocimientos de todo –de filosofía, de neurociencia, de arte, de psicología-
eran tan profundos y serios que no lograba nunca combinarlos con la banalidad
de la charla intelectual que fluía en las grandes cenas de los museos y en las
inauguraciones de las galerías.
El
planteamiento podría llevarnos a pensar que estamos ante la historia de una simple venganza, o ante un gran
panfleto posfeminista, pero el libro de Hustvedt es mucho más. Para orquestar la estructura de la novela,
Hustvedt crea a I.V. Hess, una investigadora que reúne toda la documentación
posible sobre Harriet Burden y su experimento, años después de su muerte.
Es I.V Hess quien habla en el primer capítulo para explicarnos la estructura de sus investigaciones, en una introducción que resulta francamente pesada. Pero no hay que desanimarse. Las declaraciones, entrevistas y escritos que vienen a continuación valen la pena y en ellos hay humor, emoción y agudeza. Además de los diarios de la artista, que son la pieza fundamental en la
construcción del extraordinario personaje que es Burden, I.V.Hess ha recopilado los
testimonios de sus hijos, su amante y su íntima amiga, así como de críticos de
arte, periodistas, galeristas y personas que tuvieron algo que ver con el
proyecto de Harriet y supieron, tarde o temprano, lo que ella pretendía. Cada uno nos da su punto de vista.
El
resultado de las intervenciones de unos y otros es un rompecabezas que se va
completando página a página, escrito con un ritmo tal que la erudición que se
despliega en las numerosas referencias a los planteamientos intelectuales que
sustentan el proyecto de Harriet no llega a interrumpir nunca el suspense de la
acción. Las voces que se suceden para hablar de Harriet y su historia van construyendo
“lo que pasó” (el éxito de las exposiciones, la percepción de críticos y
galeristas, el papel de Harriet agazapada tras sus máscaras, su historia de
amor con un poeta, las vidas de sus hijos, la traición que sufre), pero sobre
todo nos van completando el retrato de Harriet, un personaje doliente que trama
resarcirse; una mujer fuerte y vulnerable al tiempo, sabia e ingenua; una
madre, una abuela, una amiga, una amante, una gran trabajadora y un gran
cerebro; una mujer-dragón; una
luchadora a la que al final tomas un enorme cariño. Todos y cada uno de los
personajes que giran a su alrededor tienen sentido; no hay nada banal ni
artificioso ni efectista en ellos, por más sofisticados que sean. Quienes aman
a Harriet, quienes la traicionan, la acompañan o la ignoran, son gente que
capta nuestro interés, que dice cosas que nos vinculan a la novela, que nos
engancha.
Siendo
conocer a Harriet Burden el gran atractivo de la novela, también es cierto que
la cuestión que se plantea en ella sobre el valor real del arte frente al valor de la percepción del mismo está desarrollado con brillantez. Hustvedt ha
escrito ensayo además de ficción y tiene credibilidad suficiente para que nos
planteemos una respuesta a la
provocación que nos lanza mediante el experimento de Harriet: ¿Son las obras de arte lo que valoramos, o es
más bien el conjunto de prejuicios que nos acompaña a la hora de mirar lo que está fijando el valor que
les asignamos?