lunes, 31 de marzo de 2014

Ensayo: La riqueza de las naciones, de Adam Smith



Alianza Editorial. 804 pags. (Capítulos 1 y 2) 
Fundamentos del capitalismo
Estos dos primeros capítulos son lectura obligatoria del Curso online de la universidad de Cornell “American Capitalism: a history”.  En ellos Adam Smith (1723-1790) explica cómo la división del trabajo, fundamento de la productividad, está en la naturaleza humana, que se ve inclinada al trueque (“truck and barter”) y cómo el hombre tiende a especializarse en producir bienes que puedan ser intercambiados por otros. Los profesores Louis Hyman y Edward Baptist explican en los videos del curso de Cornell que el capitalismo, al contrario que el intercambio de bienes del que habla Adam Smith, es una creación histórica del hombre y no una propensión suya natural. Lo que distingue al capitalismo, explican, es “la inversión de capital en la producción con el propósito de que existan esos intercambios”.  Con estos deberes hechos prosigo con el curso de Cornell, que se está adentrando en la creación del “tea party”, después de haber repasado hasta qué punto fue determinante el tráfico de esclavos en la creación del capitalismo americano. ¡Tengo que ver Doce años de esclavitud!

domingo, 30 de marzo de 2014

Cine: Ocho apellidos vascos



 Un chiste de vascos y andaluces


 Título original: Ocho apellidos vascos
Duración: 98 minutos
Director: Emilio Martínez-Lázaro
Guión: Borja Cobeaga y Diego San José
Actores: Clara Lago, Dani Rovira, Karra Elejalde, Carmen Machi

Reírse es una cosa que está muy bien, y en esta película te ríes. Te ríes como cuando alguien muy gracioso te cuenta un chiste de vascos, o un chiste de andaluces, o de catalanes, y tú vas y te ríes de un tópico reciclado una y otra vez. Lo que provoca tu risa aquí es la historia de un sevillano de   manual  (cofradía, gomina, flamenquito, el betis) que se enamora de una vasca de manual (euskopelo, mala leche reconcentrada, padre brutísimo comedor de ingentes chuletones). El amor lleva al sevillano a fingirse vasco y a nosotros a asistir a una sucesión de escenas que tienen bastante gracia, sobre todo al principio y sobre todo cuanto más “serio” es el tema objeto de cachondeo, léase una manifestación a favor de un preso etarra que acaba en un disparatado aquelarre de idiotez. La historia del idilio acaba siendo un poco ñoña y es lo peor de la película. Lo mejor es que te ríes, aunque también es verdad que con una cierta sensación de estar riéndote de algo muy tonto y muy manido.

sábado, 22 de marzo de 2014

Relatos: Las buenas intenciones, de Cristina Vázquez


El pez volador. 93 pags.

Inquietud

Los relatos de Cristina transmiten un desasosiego minucioso, prendido de una elaboración literaria muy trabajada, medida hasta el mínimo detalle, en la que se pretende que no falte ni sobre nada para situarnos en un mundo de apariencias que van siendo desmentidas al hilo de la narración: El  conocimiento de un engaño se salda con un simulacro de amor; un probo contable acecha en silencio a unas niñas; Aurora piensa en su ajuar de novia y al cabo de unos minutos tiene las manos manchadas de sangre; Anita Risquez es una mujer alegre, pero descubre que la vida no está donde esperaba; el marido de Ernestina cree que la está ayudando a vencer sus miedos, sin comprender nada de lo que realmente le ocurre; Natalia y Roberto viven juntos, pero una distancia de hielo les separa y Acacio se duerme en el suelo como un perro, a la puerta del cuarto de su mujer, que envejece en la amargura. En todos estos relatos Cristina encuentra su efecto en la precisión de cada frase y cada palabra, que pone al servicio de historias escuetas, pero contundentes, en las que apenas queda un hueco para la esperanza. Opta por un manejo de los tiempos verbales que contribuye a la creación de inquietud; nada casa a la manera convencional y sin embargo todo tiene sentido. Al final del libro hay un relato más largo, situado en un entorno menos identificable. También en él encontramos un escenario de decepción: el recién estrenado matrimonio de Amaranta no es lo que espera. Y ella, como la mayoría de los personajes de este libro, se rebulle en el hueco que le deja la vida dando manotazos al aire. Cristina escribe con destreza y rigor, a lo grande. Es valiente y eficaz. Sabe crear atmósferas y consigue sus propósitos. ¿Qué más se puede pedir? ¡Enhorabuena!

Ensayo: Biografía del silencio, de Pablo d´Ors


Siruela. 112 pags.

Los frutos del silencio

En mi primera adolescencia la meditación transcendental era algo que hacían los hermanos mayores que volvían de San Francisco o de Londres, y ahora me encuentro con que la meditación, sin adjetivos (¿por qué esta amputación?), está cada vez más presente entre la gente de mi edad. Pilar me regala este libro, en el que Pablo D´Ors explica todo cuanto ha encontrado en la meditación y cómo la simplicidad del método –sentarse, respirar, acallar los pensamientos- se complica debido al equipaje que llevamos en la mente. Mientras leo el libro ese equipaje de creencias mías se va dando de bruces con algunos de los planteamientos de Pablo. Con otros, en cambio, no. “Me gusta o no me gusta, así es como solemos dividir el mundo”, dice Pablo. Y así es. Me gusta o no me gusta lo que dices, Pablo, y así es como leo tu libro. Mucho tendría que meditar para leerlo de otra manera.

Me atraen de tu propuesta los aspectos básicos que nos suenan del mundo zen: la idea de que gracias a la meditación se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en el que se está, a vivir el ahora, a dejar de desear cosas y a verlas gratuitamente, sin el prisma del para mí. “No conviene resistirse, sino entregarse. No empeñarse, sino vivir en el abandono”. También me atrae el sentido que le das al dolor, “nuestro principal maestro”, porque si la meditación es “el arte de la rendición”, la convivencia con el sufrimiento es su principal manifestación. Y, por supuesto, conecto a la perfección con la idea de que el ser humano está en definitiva solo ante la responsabilidad de vivir su libertad; la libertad de decidir quién soy, que es la libertad de Viktor Frankl y la libertad del cristianismo.

En tu propuesta hay, sin embargo, algunos planteamientos que me cuesta más ver como compatibles con el ser humano pleno, tal como lo entiendo yo. Renunciando a pensamientos y emociones, ¿no perdemos dimensiones fundamentales de nuestro ser, y de nuestra capacidad de mejorar el mundo?”. Y lo mismo ocurre con el esfuerzo: “El esfuerzo pone en funcionamiento la voluntad y la razón; la entrega, en cambio, la libertad y la intuición”, dices.  Y digo yo: renunciando al esfuerzo, ¿no estamos dilapidando nuestro poder de crear y transformar? ¿No es la voluntad la consecuencia creadora de la libertad? “No hay que inventar nada, sino recibir lo que la vida ha inventado para nosotros; y, eso sí, dárselo a los otros”. ¿Y qué entregamos a los otros? ¿Un yo puro, desprovisto de deseos y emociones, un yo que ha despertado a ser quién es, pero que ha renunciado a proyectar y a cambiar, que ha desistido de generar belleza, conocimiento y felicidad, un yo consumidor de lo que la vida le ofrece, pero que ha desactivado su poder creador?

Aliviar el sufrimiento del mundo es, para ti, “el mejor de los propósitos posibles”, un propósito alcanzable para quien medita porque, mientras lo hace, alimenta la compasión, de tal manera que los frutos de la meditación “se perciben fuera de la meditación” en forma de benevolencia, aceptación de la diversidad, aprecio de de los animales y de la naturaleza o una más cuidada atención a las necesidades ajenas. La verdad es que se me queda un poco corta esta compasión y estos frutos para aliviar el sufrimiento del mundo.

Y a esto va Pablo y dice: “Una de las principales amenazas a todo este proceso de purificación interior radica en la creencia –sostenida en realidad por quienes no han meditado o lo han hecho muy poco- de que toda esta preocupación por el yo no sirve para ayudar a los demás. A este respecto diré algo que he afirmado con frecuencia y que suele sorprender: la ideología del altruismo se ha colado en nuestras mentes occidentales, sea por la vía del cristianismo, sea por la del humanismo ateo. En el budismo zen, por el contrario, parece estar muy claro que el mejor modo para ayudar a los demás es siendo uno mismo y que es difícil –por no decir imposible- saber qué es mejor para el otro, pues para ello habría que ser él, o ella, y estar en sus circunstancias (…) En el zen se enseña a dejar a los demás en paz, porque poco de lo que les sucede es realmente asunto tuyo”. Qué difícil de comprender es esto, Pablo.

Y, por último, la vida. “¡Vivámosla!”, dice Pablo. Ahí sí te sigo, Pablo. Vivamos la vida como viene, sin plantearnos un combate contra ella, aceptándola sin miedo.

viernes, 14 de marzo de 2014

CINE: Dallas Buyers Club



Una buena historia, demasiado larga y embarullada

Título original: Dallas Buyers Club
Duración: 117 minutos
Director: Jean-Marc Vallée
Guión: Craig Borten
Actores: Mathew McConaughey y Jared Leto

Basada en la historia real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo marrullero y homófobo que contrae el SIDA en 1985, la película nos cuenta una historia de soledad y supervivencia. Empeñado en salir adelante a pesar de un pronóstico que le da 30 días de vida, Ron acaba asociándose con un homosexual tipo loca con el que traba una preciosa amistad, de paso que monta un negocio de tráfico de medicamentos contra el SIDA y se enfrenta con la industria sanitaria entera, empezando por la FDA. En principio se trata de una historia de lo más atractiva, que gira en torno un emprendedor, un sobreviviente, un tramposo casi siempre  arrogante y solo a veces tierno; en definitiva un personaje creíble confeccionado con un material de primera calidad: lucha por la vida, ambigüedad moral,  individualismo, sufrimiento, aislamiento, renovación, violencia, amistad. El problema es que la historia de los tejemanejes de Ron está un poco liada y la película es demasiado larga. Lo mejor, la interpretación de los “oscarizados” McConaughey y Leto

lunes, 3 de marzo de 2014

Cine: Saving Mr. Banks

Casi una delicia

Título original: Saving Mr. Banks
Duración: 125 minutos
Director: John Lee Hancock
Guión: Sue Smith, Kelly Marcel
Actores: Tom Hanks, Emma Thompson, Paul Giamatti.

En la Universidad de Harvard enseñan a negociar evitando el modelo zoco  de acercamiento de posiciones y sustituyéndolo por uno en el que ambas partes procuran concentrarse, entre otras cosas, en comprender los intereses que están detrás de la posición del otro. Esta es una película muy bien contada, de las que te tienen con la sonrisa en los labios, en la que se narra el final de la persecución que durante 14 años mantuvo a Walt Disney detrás de la escritora australiana P.L. Travers para que le cediera los derechos de la novela Mary Poppins. Ambas cuestiones –la negociación según Harvard y la película sobre Disney y Travers-  tienen mucho que ver, porque el meollo de la historia de Saving Mr. Banks está en la infancia de la escritora, en sus relaciones con su padre y en el papel que jugó una tía suya en un momento crítico de su vida -todo lo cual vemos en la película-. Es este meollo el que está detrás de las motivaciones e intereses que llevan a la escritora a convertirse en la más borde e intransigente de las negociadoras cuando aparece en Hollywood para supervisar (o más bien para boicotear) el guión que prepara Disney. Es una pena que justo al final la película patine un poco, porque el ritmo se precipita y se desajusta el tono emocional. El resto es una delicia.

sábado, 1 de marzo de 2014

Novela: Inocencia, de Penelope Fitzgerald

Editorial Impedimenta. 341 pags.

Una curiosidad
En el epílogo, Terence Doodley, albacea literario y editor de Penelope Fitgerald, dice que Inocencia nos recuerda a una comedia de Shakespeare. De lo que no cabe duda es de que es una novela distinta, no fácil, curiosa. Con frecuencia he deseado haberla terminado ya, pero no me sentía capaz de dejarla, tal vez por una especie de respeto a un trabajo tan bien hecho: el de una autora que empezó a escribir a los 61 años y que ganó el Booker Prize a los 63; una inglesa, hija del editor de Punch, que describe Italia y los italianos sin el menor atisbo de extranjería; una escritora refinada, mordaz, concienzuda y sorprendente. Tenía ganas de dejar esta novela porque los personajes se me escapaban y la historia fluía a trompicones sin acabar de interesarme, pero  me mantenía atenta al espectáculo. En la Italia de los 50, el filósofo marxista Gramsci se mezcla con una familia de la Florencia aristocrática venida a menos, al tiempo que aparecen el inevitable tío monsignore, los ingleses instalados precariamente en una colina toscana, el primo solitario y silencioso que lucha por que dejen llamar chianti al vino que produce  y la joven inglesa que se enamora del primero que pasa mientras su abuela, Lady Jones, la anima a divertirse. Todos ellos acompañan en su enamoramiento y casorio a la contessina Chiara, y a Salvatore, un médico de origen rústico en busca de un futuro mejor, que forman una pareja de inocentes en busca de la felicidad. Una tragicomedia tal vez demasiado culta, a la que no he pillado el punto.

Cine: El lobo de Wall Street


Asco

 
Título original: The Wolf of Wall Street
Duración: 179 minutos
Director: Martin Scorsese
Guión: Terence Winter y Jordan Belfort (sobre el libro de J. Belfort)
Actores: Leonardo di Caprio, Jonah Hill, Matthew McConaughey

En su Diccionario de los Sentimientos José Antonio Marina clasifica veintidós tribus motivacionales y sentimentales, de las cuales la segunda es el asco. Lo describe como  “experiencia de aversión física, psicológica o moral” , que provoca “deseo de apartarse de la causa o de expulsarla si se ha ingerido (vómito)” . En esta película Scorsese te sirve de principio a fin una sobredosis de asco, pero la verdad es que en ningún momento tienes ganas de salir corriendo del cine, porque te la entrega metida en un envoltorio de imágenes, guión, interpretación (fantástico Di Caprio) y música tan hipnótico que te engancha. La película cuenta la historia de Jordan Belfort, basada en el libro que él mismo escribió sobre su vida, y lo hace con una extraordinaria agilidad, imágenes deslumbrantes, humor negro del más fino y un ritmo que permite tolerar las tres horas que dura.  A base de estafar a inversores en la bolsa de Nueva York a principios de los noventa, Belfort y su panda de chicos de Queens consiguieron amasar una gran fortuna que se gastaron en prostitución, compras disparatadas, drogas de todo tipo y diversiones tan repugnantes como lanzar enanos contra una diana o humillar secretarias. Recurro otra vez a Marina: náusea, aprensión, escrúpulo, grima, horror, repelús, repugnancia, repulsión. ¿Vale la pena verla? Pues sí. ¿Alguna precaución? Evitar las ganas de vomitar el sistema financiero del mundo capitalista, una tentación demasiado facilona.