jueves, 31 de diciembre de 2015

Teatro: Hansel y Gretel


Recomendable y limpia de truculencias

Autor: Hermanos Grimm. Versión de Miguel Antelo.
Compañia: Hydra Audiovisual
Director: Miguel Antelo
Reparto: Ruth Ge, Juan Antonio Carrera y Ángel Muñiz
Duración: 1 h 15 min

En estos dulces días, en los que aparecen en los telediarios imágenes como la de aquel niño sirio, muerto y arrojado por las olas a una playa, no es admisible que nuestros hijos y nietos presencien la cruel historia que escribieron los hermanos Grimm sobre Hansel y Gretel, enviados a perderse en el bosque por unos padres que no tenían qué darles para comer.  Tampoco lo es que se encuentren con una bruja antropófaga armada de una gran lumbre y un perol hirviendo en el que cocinar a sus presas. Paradojas. O no tanto, porque es obvio que limpiar la ficción infantil de truculencias es más fácil que cambiar la realidad de los niños que sufren. En fin, a lo que iba. El caso es que en esta versión de Hansel y Gretel la historia  ha perdido toda su crueldad, lo cual se agradece. Los personajes –incluyendo al narcoléptico urogallo Patas Locas y a un chamarilero de lo más liante- son divertidos, cantan y bailan muy bien e interactúan con el público con gran animación. Destaca la estupenda bruja, que lejos de ser mala se convierte en el heroína del cuento. Buena idea.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Cine. La novia



¿Qué pensaría Lorca?

Título original: La novia
Duración: 93 minutos
Directora: Paula Ortiz
Guión: Paula Ortiz, Javier García Arredondo (Obra: Federico García Lorca)

Voy al cine sabiendo que la mayoría de la crítica ha puesto por las nubes esta adaptación de Bodas de Sangre, pero que hay alguna voz discordante, como la de El País, y la de Atticus, que más o menos vienen a decir que es presuntuosa y remilgada, aunque le reconocen el mérito de su ambición estética. Así que me siento en la solitaria sala del Capitol, y me dejo ir, a ver qué pasa.

Y lo que ocurre es que me alcanza de lleno el gancho de Paula Ortiz y me veo sumergida en la tragedia triangular de la mujer que se casa con quien no quiere, y en el mundo que Ortiz ha creado para albergarla, a ella y a sus dos hombres, con sus cuchillos, sus lunas, su caballo y su música. Dirán que son tópicos, pero cómo evitar la luna y todo lo demás, si estamos hablando de Lorca. Imposible no preguntarse qué diría él al ver esta película; si aprobaría esos campos yermos, esa ausencia de verdor, esas preciosas secuencias donde la lírica la ponen los cristales que flotan en el aire, esa cámara lenta cuando los cuchillos se cruzan, la participación de Leonard Cohen, esa forma de susurrar sus versos, esa obsesiva búsqueda de la belleza visual. ¿Qué diría él?  

No lo sé, pero a mí me ha convencido. Es más; creo que la belleza visual,  siendo deslumbrante, no es es la protagonista de la película. Me parece un éxito el tratamiento de los personajes, sobre todo los femeninos, y en especial el de la madre del novio (Luisa Gavasa), que lleva la fatalidad como cosida a las enaguas y aún en sus momentos más convencionales parece olfatear la traición que flota en el aire, y está contenida y desgarrada al tiempo en una interpretación impresionante. Porque la historia es un triángulo amoroso, pero es también, sin ser una historia feminista, una historia de mujeres. Importa sobre todo la novia, su pasión y su tristísimo e inútil resistirse a ella, pero también las mujeres que la rodean y la temen, o la protegen, o intentan amansarla, o la odian. Los hombres, que son quienes ocasionan la tragedia, son personajes más planos, más sencillos.

La historia está contada con grandilocuencia, es cierto. Pero en ningún momento me ha parecido que la ambición de Ortiz no alcanzaba su meta; nunca me ha molestado esta película por pretenciosa ni por amanerada; no he visto nada banal en la creatividad de Ortiz. Ha valido la pena cada pieza del diseño formal. La historia terrible que hay en el fondo respira con fuerza, llega a la superficie y nos conmueve.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Cine. El puente de los espías


Un héroe y una historia



Título original: Bridge of Spies
Duración: 135 minutos
Director: Steven Spielberg
Guión: Matt Charman, Ethan Coen, Joel Coen
 



Spielberg ha logrado narrar este episodio real con total acierto. La película lo tiene todo: grandes personajes, suspense, ritmo, y una admirable construcción de ambientes. Hay quien dice que de puro buena resulta fría. No estoy de acuerdo. Hay emoción del principio al fin en esta bonita historia, principalmente porque hay un héroe tranquilo y serio, dotado de un idealismo a la antigua, que no tiene nada de ñoño y que además, como corresponde a un héroe de los realmente conmovedores, está solo. 


En plena guerra fría, un espía soviético, que pinta cuadros parsimoniosamente junto al East River de Nueva York, es capturado y enviado a juicio. El establishment quiere darle un buen abogado antes de mandarlo a la silla eléctrica –estupendo el personaje del juez-, y el elegido para defenderle es James Donovan (Tom Hanks). Donovan es un tipo serio que cree en lo suyo y no está dispuesto a hacer un mero paripé, a pesar de las presiones que recibe de la CIA, de su bufete y hasta de su familia y vecinos. Desde el principio vemos en él uno de esos héroes mimados por el guionista y construidos por un gran actor. Donovan es listo, trabajador, honrado, valiente y sereno, y Tom Hanks es el actor ideal para interpretarlo. Su defendido, Rudolf Abel, el espía, (Marc Rylance) es otro personaje memorable; un espía concienzudo y triste, dotado de una lealtad a su país más resignada que heroica, y sobre todo impasible. El abogado consigue librar al espía de la silla eléctrica, y ahí termina la primera parte de la película. 


Cuando los soviéticos apresan a un piloto americano, que tomaba fotos desde un avión espía, se plantea la posibilidad de un canje, y Donovan vuelve a ser el hombre elegido para llevarlo a cabo sin que la CIA tenga que arriesgar su prestigio en el intento. Cuanto sucede en Berlin para lograr el canje está maravillosamente ambientado. La confusión de interlocutores y el peligroso barullo político en el que se mete Donovan se sustancian en magníficos diálogos. El miedo se infiltra en cada escena en la que vemos a nuestro héroe ir y venir helado de frío por una ciudad desolada en la que se está contruyendo un muro y se dispara contra quienes escapan a occidente. Las decisiones de este héroe, tan peculiar que va con un moco colgando,  le distancian de la maquinaria política de su país y de sus cinismos, sus maniobras cortoplacistas y sus cálculos mezquinos. Donovan opta por el camino más difícil, y más digno. Las últimas escenas en Berlín son de las que no se olvidan.