jueves, 26 de marzo de 2015

Cine. El año más violento




Título original: A most violent year
Duración: 124 minutos
Director: J.C.Chandor
Guión: J.C.Chandor

El año más violento de la historia de Nueva York fue 1981, y es ahí donde Chandor sitúa la historia de un empresario que no por casualidad se llama Abel y que quiere hacer crecer su negocio sin convertirse en un mafioso. Se lo ponen difícil sus competidores, que roban sus camiones y agreden a sus empleados, y el fiscal del distrito, que le hostiga queriendo revisar unas cuentas que maneja su mujer, la cual proviene del hampa y siempre tiene un ojo puesto en las ventajas de estar al otro lado de la ley. Abel se resiste al Mal, pero el Mal le persigue y le chantajea: o te vienes conmigo o se acabaron tus sueños. En la negociación entre Abel y el Mal hay una tensión creciente, mientras que un sutil cinismo va apareciendo al fondo como vía de escape. Oscar Isaac y Jessica Chastain hacen un magnífico trabajo en esta película densa y angustiosa, ambientada en la sordidez descolorida de las áreas industriales de Nueva York, que dicen los que saben recuerda mucho a Lumet.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Biografía. Constancia de la Mora


Biblioteca de Historia Espuela de Plata
338 pags.

Constancia de la Mora Maura, nacida en 1906 y nieta del que fue presidente del Gobierno de Alfonso XIII, Antonio Maura, fue educada para desenvolverse con brillantez en los salones del Madrid, pero eligió servir a la causa republicana desde el Partido Comunista y pasó sus últimos diez años en el exilio, tras haber dirigido durante la guerra el departamento de censura del gobierno de la República y la Oficina de Prensa Extranjera, primero en Valencia y luego en Barcelona.

De la primera parte de su vida nos queda la narración que ella misma firmó, bajo el título In place of Splendor, en una autobiografía que en realidad fue escrita por Ruth McKenney y cuyo propósito era lograr en Estados Unidos apoyos  para su causa, de tal forma que más que un autorretrato es un ejercicio de propaganda política. Soledad Fox Maura nos cuenta cómo, recién llegada a Nueva York en febrero de 1939, con la guerra ya casi perdida, Constancia -apodada Connie- se convierte allí en una figura de relieve merced a esta narración de su vida, en la que tiene buen cuidado de ocultar toda referencia a su afiliación comunista, que no sería bien considerada por los americanos ricos cuya ayuda pretendía obtener. Su ciega fidelidad estalinista la enfrentó más tarde a ellos, y su relación con la propia Eleanor Roosevelt –con la que mantenía una correspondencia asidua- y con escritores y periodistas como Jay Allen se deterioró definitivamente cuando, en pleno pacto entre Hitler y Stalin, Estados Unidos se negó a condenar a Francia por el trato que estaba dando a los refugiados españoles. Constancia dejó entonces de ser un personaje atractivo para la izquierda pudiente americana. Ernest Hemingway escribió que estaba “de Connie hasta el culo” y ella pasó de tomar el té en la Casa Blanca a exiliarse en 1940 a México. Diez años más tarde murió en un accidente en Guatemala. Le sobrevivieron Luli, la hija que tuvo en su primer matrimonio con un señorito andaluz de apellido Bolín, la cual se había educado en Rusia y vivía casada en México, e Ignacio Hidalgo de Cisneros, máximo responsable de la aviación republicana y su segundo marido, del que vivía separada.

El libro de Soledad Fox, profesora de una universidad de Massachusetts, nos pinta más a una activista de ideas fijas que a un cerebro político; más a una pieza de la maquinaria del sectarismo estalinista que a una mujer con un desarrollo intelectual propio, más a una señora bien decidida a limpiar las culpas de los de su clase en la lavadora del comunismo que a alguien con talento político. Constancia lo daba todo por el PCE, hasta el punto de que, según Fox, pudo ser en su casa de Alcalá de Henares donde se torturó y asesinó al desviacionista Andreu Nin, pero no era estratega ni oradora. En el relato de Fox aparece como una mujer dotada de buenas habilidades relacionales y de un gran tesón, valiente y apasionada. En realidad, es esa valentía para romper ataduras y esa pasión por vivir conforme a unas creencias tan básicas como inamovibles (la creencia de que el comunismo acabaría con la injusticia social) lo que hacen de ella un personaje interesante.

El resto de sus rasgos biográficos resultan menos sorprendentes. Parece que cuanto de relevante hizo Connie se debió a su apasionada audacia y a las habilidades adquiridas merced a su entorno social. Su compromiso con los desfavorecidos, y la vocación política de él se deriva, no se origina en la liberación feminista de la República (en la cual buena parte de la izquierda se oponía al voto de la mujer), sino en las tareas caritativas que compartía con su madre, que la enfrentaron con la realidad social de un país con grandes carencias, y sobre todo en su matrimonio con Ignacio, comunista también, además de aristócrata de familia carlista . Fue el excelente inglés que aprendió en St. Mary´s Convent, el gran colegio católico de la élite británica, lo que le permitió desarrollar su trabajo de relación con los periodistas extranjeros durante la guerra, en un país donde casi nadie hablaba idiomas. Por último, la capacidad diplomática que desplegó durante un cortísimo periodo de su vida (que la llevó desde el Kremlin, donde se entrevistó con Stalin, hasta la Casa Blanca) responde a un perfil de mujer de clase alta como las que, de la Restauración para delante, evolucionaban por los salones de Madrid actuando a favor de sus causas políticas y obras pías, gracias a tener un marido bien posicionado, savoir faire y habilidad para lograr que otros hicieran el trabajo, como fue su caso con Ruth McKenney, la americana que escribió el libro que ella hizo pasar por autobiografía. En resumen, Constancia tenía una determinación feroz por destruir el mundo en el que había nacido, y sacaba adelante su proyecto gracias a los recursos que ese mundo le había dado: sus idiomas, su desparpajo, su innata autoridad y su marido.

Pasados sus minutos de gloria de los años 36 al 40, Connie se replegó a México, donde su activismo político fue desvaneciéndose lentamente, hasta que el destino la colocó en el asiento delantero de un coche que se estrelló en Guatemala. Una americana rica, a la que apenas conocía y a la que ocultó su ideología, la acompañaba en este viaje, en el que esperaba encontrar material para un incipiente negocio de artesanía que completaría los ingresos que puntualmente le enviaba su familia desde la España de Franco. Según Fox, quienes la esperaban en su casa de Cuernavaca –algunos amigos, criados y una ahijada- no veían en ella a una pasionaria, sino a una señora española peinada con trenzas a la mexicana, a la que le gustaba ayudar a los indios. Un panegírico leído por Neruda la acompañó a la tumba.

domingo, 22 de marzo de 2015

Cine. Fuerza mayor



Título original: Tourist (Force majeur)
Duración: 118 minutos
Director: Ruben Östlund
Guión: Ruben Östlund

Un gran susto trastoca por completo las relaciones de una pareja sueca aparentemente feliz. Mientras Tomas y Ebba almuerzan con sus hijos en una estupenda terraza en las pistas de una estación francesa, se produce una avalancha de nieve frente a ellos. Al principio la acogen con sorpresa, pero pronto el terror les invade. Y en ese momento, mientras Ebba busca a sus hijos para protegerlos, Tomas agarra su móvil y sus guantes y se marcha tan rápidamente como le permiten sus botas de esquí.  Lo que dicen y hacen en los cuatro días siguientes resulta un tanto extraño para el observador latino. Naturalmente, ella se cabrea y, naturalmente, él se siente culpable.  Pero, en lugar de tirarse los trastos a la cabeza en cuanto se para el alud frente a ellos, van dejando que la avalancha del mal rollo se les eche encima lentamente. Ella solo se decide a increparle tras un par de copas y en presencia de sus amigos, y él solo se decide a expresarse cuando es ya un pelele histriónico destruido por la culpa.

A la película le sobran minutos y las últimas escenas en la nieve, que son más bien efectistas y no aportan gran cosa. Pero en general el suspense funciona y la sensación de desasosiego que impera en la pareja se transmite bien. El mayor problema que tiene es la dificultad de que surja la empatía con los personajes, con sus silencios y con sus dificultades para comunicarse. Por supuesto quieres matar al tonto del marido, pero no tanto por haber escapado del alud, sino por cuanto hace y dice y cuanto no hace y no dice después. Hay un amigo que resulta gracioso, en su penoso intento de verbalizar el problema para buscar salidas, y su relación con una veinteañera da algo de frescura a la sólida aridez que predomina en las relaciones humanas entre los personajes. 

 

 

lunes, 16 de marzo de 2015

Novela. Las dos señoras Grenville, de Dominick Dunne

Brillante crónica social
 
Libros del Asteroide
404 pags.

Dunne es, según Vanity Fair, “el mayor cronista de la sociedad americana desde Truman Capote, el único que describe de la alta sociedad desde dentro”, y su novela es “una elegante lectura” según Los Angeles Herald-Examiner, que la describe como “una saga de amor, arribismo y asesinato ambientada en los exclusivos círculos del Upper East Side de Manhattan”. A España la trae Libros del Asteroide, que publica a Robertson Davis, a Chaves Nogales y a Maurice Druon con unas portadas preciosas, así que me digo que no se tratará de ningún aburrido y obvio melodrama. Acierto, porque Las dos señoras Grenville está escrito con ambición literaria; es divertido, agudo y cruel y tiene un ritmo excelente.

La novela relata la historia del desgraciado matrimonio entre el riquísimo Billy Grenville y la corista de humildes orígenes Ann Arden, vigilado de cerca por Alice Grenville, la madre de Billy, suma sacerdotisa de su segmento social, que engloba a los millonarios de la orilla norte, con sus casas de campo, sus ritos, sus clubes, sus colegios, su servicio doméstico y, sobre todo, con su obsesión por protegerse de intrusos para perpetuar su statu quo por los siglos de los siglos. Ann Arden es una intrusa difícil de manejar, y en su ascensión a la cumbre social de Manhattan se llevará por delante más de una vida.

lunes, 2 de marzo de 2015

Novela. La peluca de Franklin



Menoscuarto
300 pags.

María José Codes ha logrado con esta novela una rara sinergia. Su uno más uno, tres, viene de la simbiosis de dos historias: la de Vilán, un joven asocial, que solo se relaciona con el mundo a través de internet y que espía a su vecina desde un solitario chalet de una urbanización rodeada por plantaciones de cultivos transgénicos, y la de Jaime Gardoqui, un antepasado de Vilán, quien, por orden del conde de Aranda, acompaña a Benjamin Franklin en la travesía en la que se dirige a Francia en busca de apoyos para la independencia americana. El gran logro de la novela es esa inquietud que flota entre líneas que aparentemente discurren por cauces convencionales.  El mundo se va volviendo un lugar más y más amenazante ante la pasividad de Vilán, que continua con sus solitarias rutinas voyeristas mientras se vuelca en narrar a una invisible amiga de la red lo que ocurría a bordo del Reprisal hace trescientos años. Los personajes femeninos son el contrapunto al ensimismamiento de Vilán y es en ellos en quienes vemos entrar en acción al ser humano, sea cual sea el siglo que le ha tocado vivir.