martes, 25 de agosto de 2015

Novela. Aquella tarde dorada, de Peter Cameron



Libros del Asteroide
405 pags.


Algunas enseñanzas de este verano: 1) Cuando vas a estar más de un mes a hora y media de distancia de una librería decente debes llevarte algún artilugio electrónico que te permita reponer libros vía internet sin necesidad de tener que insistir en los que esperabas te harían muy feliz durante esas vacaciones, lo cual me ha ocurrido este verano. 2) No te fíes tan a la ligera de editoriales que te han proporcionado buenos títulos. Libros del Asteroide esta vez te ha fallado.

Aquella tarde dorada es de esos libros que te hacen sentir que estás perdiendo el tiempo en cada página. Debido a mi situación geoestratégica de índole campestre he continuado con él hasta pasada la mitad, pero ha sido insuperable la incomodidad que me producía dedicar tiempo a una escritura ramplona y sin la menor gracia ni estilo. La única cuestión interesante que me ha planteado su lectura es pensar si, en manos de un escritor con más talento, la trama que se nos cuenta podría haber tenido interés. Leídas doscientas páginas decido que me da lo mismo y lo abandono, arrepentida de haber llegado tan lejos. Vaya racha que llevo.


miércoles, 12 de agosto de 2015

Novela. El ruido y la furia, de William Faulkner

Abandonado

En la página 90 he decidido dejar de auto torturarme. Lo siento, Faulkner, me aburres demasiado.

sábado, 8 de agosto de 2015

Novela. Lulu, de Mircea Cartarescu



Repulsión y belleza
Impedimenta
156 pags.

El hombre de la editorial Impedimenta en la feria del libro es un tipo simpático, que me recomienda a Cartarescu, el más notorio candidato rumano al Nobel. Se empeña, eso sí, en que no empiece por Lulu, sino por alguna otra obra suya más amable. Parece que me ve con poco aguante para esta obra tan oscura. Ignoro su consejo y compro Lulu.  No me arrepiento. No ha sido fácil dominar su lectura y comprensión, pero al cerrarla siento algo parecido al placer del triunfo. Cartarescu, creo que algo he pillado de tu idea, me digo tan contenta. Y, para rematarlo, doy con un blog en el que un simpático lector, que ha pasado por la misma experiencia que yo, hace unos comentarios tan frescos y acertados sobre lo que entendió y no entendió en Lulu que me anima a hacer el esfuerzo de resumir a aquí mis impresiones.

Victor es un escritor de éxito que, a los 34 años, se recluye en un hotel solitario de las montañas para intentar, por enésima vez, superar la neurosis que le acompaña desde su adolescencia, cuyo momento culminante fue una noche en la que, en un campamento de verano, su compañero Lulu se viste de mujer. El Victor actual lleva 17 años reviviendo aquella experiencia y tratando de superar sus efectos con terapias y alcohol, y considera que es la escritura lo que finalmente va a salvarle. Así pues, se pone a escribir, y rememora todo cuanto ocurrió aquel verano en el campamento: lo real y lo imaginario, su vida de adolescente marginado entre compañeros vulgares e irritantes y sus alucinaciones y delirios de aquellos días, que nos hacen pensar en una personalidad esquizofrénica. Al poner en pie el desbordamiento mental de aquel joven que Victor fue, Cartarescu despliega un universo de intrincados simbolismos poblado de escenarios escatológicos, de arañas, cerrojos, laberintos, obscenidad y angustia, combinados con algún destello de belleza serena. Pero en cada página la soledad del joven Victor es absoluta, aterradora, avanza implacable a través del relato; no vemos salida. No parece que vaya a tener ningún éxito el Víctor adulto en el exorcismo literario de los males que cree le acarreó Lulu.

Al final del libro, el encuentro de Victor con la figura de Lulu emerge en una escena bastante previsible, que no acaba de ser tan catártica como esperábamos. Es más adelante, en las últimas seis páginas, donde el narrador vive por fin la ensoñación en la que afloran las claves de su mal. Se cierra entonces el viaje que emprendió el Víctor adulto al ponerse escribir. Ha vuelto de los infiernos de sus recuerdos. Ha dialogado con el otro Víctor, a través del recuerdo de Lulu,  y ha entendido, por fin, quién es. Está curado; ha superado su dualidad y su neurosis. Esta precipitación en la resolución del enigma que (envuelto en una sofisticada trama argumental, discursiva y simbólica) plantea la novela es el principal punto débil del libro. 

Me pregunto qué hubiera pasado si el narrador hubiera sido un Victor ya curado, en posesión de las revelaciones que aparecen en las últimas cinco páginas sobre sí mismo, su hermana, su madre... Un Víctor que hubiera revisado sus recuerdos (Lulu, el campamento, sus delirios, su sufrimiento de adolescente) conociendo lo que en realidad sucedió en su infancia. Pero, claro, no es cuestión de enmendarle la plana a un candidato al Nobel.

De hecho, en algún momento parece que el Victor atormentado por sus recuerdos ve algo de la luz que le iluminará al final. Tal vez las claves que resuelven la últimas páginas se adelanten en un párrafo anterior, en el que, refiriéndose a una pareja de compañeros de clase a los que, ya adulto, ha encontrado recientemente por la calle, dice Victor: “”Savin y Clara, perdidos el uno en el otro como en la sala de espejos de una feria de segunda, educaban a sus hijos, perpetuaban la ilusión, perdían la liberación en cada instante de su vida sacrificando al sexo lo que solo correspondía a la mente. Pocos sabían que existe la verdadera Salida y que es ella la que elige a su amante, reconociéndolo, tal vez, a través de una señal segura: la monstruosidad. Él debe ignorar los falsos túneles del amor sexual y debe volver hacia sí mismo, ser hombre y mujer al mismo tiempo, y hacer el amor consigo mismo en la soledad animal de su palacio cerebral”. En este párrafo es el Victor curado y lúcido que aparecerá al fin de la novela el que parece asomarse un momento, para volver después a sus delirios, que solo resolverá en las últimas páginas.

Qué duda tiene que la calificación de “paja mental” que he leído aquí y allá en internet viene como anillo al dedo en más de un pasaje. Así y todo, el “palacio cerebral” que nos describe Cartarescu es un lugar que merece la pena visitar, aunque solo sea por su rarísima (y a veces repulsiva) belleza.

domingo, 2 de agosto de 2015

Novela. Stoner, de John Williams



Brillante sencillez



Baile del Sol
240 pags.

Stoner es de esas novelas adictivas que estás deseando tener entre las manos; uno de esos libros por los cuales te apetece volver a casa. Su gran mérito es la construcción de un personaje que arrastra. Sin alharacas, sin complejidades innecesarias, con una excelente y tranquila escritura, Williams nos invita a acompañar a su protagonista a lo largo de toda su vida –que corre paralela al siglo XX- y nos enfrenta, junto a él, al sufrimiento, el amor y la soledad. Nos enseña a comprenderle en su complejidad y a admirar su integridad; a compadecer su mala suerte y a celebrar su tranquila y digna resistencia a la estupidez y la mezquindad; nos engancha con su mezcla de individualismo y entrega, de indiferencia y apasionamiento, de introspección y expresión, de frialdad y ternura, de mediocridad y brillantez. No es un libro alegre, pero sí es una gran novela sobre un ser humano, o lo que es igual, una gran novela sobre el ser humano.

Nos narra la historia de William Stoner, que llega a la universidad en 1910, procedente de la granja en la que creció rodeado de la máxima austeridad material y emocional. El recuerdo de unos padres tristes y de pocas palabras, mucho trabajo y horizontes inciertos es cuanto llevaba en su mochila aquel timidísimo joven que se adentraba en el mundo académico. Su vida como profesor de literatura en la universidad de Columbia, Misuri, su desventura en la construcción de una vida amorosa y sus pequeñas y grandes batallas por ser quien quiere ser es todo cuanto nos narra este libro, con toda la honestidad y pureza de la buena literatura. Ni más ni menos.