Magnífica
Salamandra
280 pags.
Brodeck es un funcionario que
debe escribir un informe sobre un asesinato ocurrido en su pueblo. Quienes le
encargan la tarea son los autores del crimen: el alcalde, el notario, el
tabernero… Todos se declaran responsables, y esperan de él un informe capaz de
exculparles, redactado con las maneras del burócrata minucioso que es Brodeck.
El asesinado es un extranjero, al que en el pueblo apodan Der Arderer, “el Otro” en alemán.
Brodeck se encierra a escribir,
pero lo que nos cuenta no es la historia del asesinato, sino su propia
historia, que se enreda con la de sus paisanos, con la trama del crimen y con la
actualidad de su propio destino y el de su familia. Hace poco que ha terminado
la guerra, y él acaba de volver del infierno de un campo de concentración. El
crimen, y las entrevistas que realiza para escribir el informe, vuelven a
recordarle que nunca ha sido uno de ellos
y que el horror que ha vivido en la guerra puede no haber terminado. Tardamos
en saber hasta qué punto Brodeck está dispuesto a luchar para mantener su
dignidad, y qué precio debe pagar para lograrlo. Así que asistimos al desarrollo de una intriga
criminal, pero pendientes también de la construcción del personaje de Brodeck,
un ser humano que aún ahora, pasada la guerra, debe sufrir y luchar para
superar la terrible condición que arrastró en el campo, donde del cuello de los
ahorcados colgaba un cartel que decía Ich
bin nichts: "No soy nada”.
Philippe Claudel, al que admiré
en Almas grises y La nieta del Sr. Ninh, hace en esta
novela un trabajo sobrecogedor. El libro es un retrato del horror totalitario,
cuya principal virtud radica en fundir en la historia de Brodeck la brutalidad de los campos de concentración y la xenofobia pueblerina,
la crueldad sin límites de los grandes escenarios de lo infrahumano con la
estupidez, el miedo y la traición que puede esconderse en cualquier casa. Nadie
escapa al mal. Ni el propio Brodeck, que nos confiesa un episodio de su viaje
al infierno del que aún se avergüenza. Esta capacidad de lo inmundo de
infiltrarse en cualquier sitio y en cualquier tiempo –la guerra, la paz, este o
aquel país- se refuerza con el carácter simbólico que da Claudel a los
escenarios que elige. Todo ocurre en un lugar imaginario. Suponemos que el
pueblo de Brodeck puede ser Austria, o algún país del este. Él, sin duda, es
judío, aunque en ningún momento se hace explícita esta condición suya. Tampoco conocemos
mucho de la víctima del asesinato, “El Otro”,
el hombre al que asesinan. Sabemos que había captado la maldad del pueblo, y que
su condición de espejo le convertía en un peligro, y conocemos algunos
atributos de su “otredad”: la sensibilidad, la fantasía, lo cortés, lo
agradable, lo inteligente; tal vez algún detalle podría conducirnos a su
homosexualidad. Todo muy sospechoso. Y también sabemos que es bueno: “Hablaba
poco. Muy poco. A veces, sin mirarlo, me recordaba la cara de algún santo. La
santidad es muy curiosa. Cuando te topas con ella sueles confundirla con otra
cosa, con algo totalmente distinto, la indiferencia, la ironía, la maquinación,
la frialdad o la insolencia, o quizá el desprecio. Te equivocas y, a
continuación, te enfadas. Cometes una locura. Seguramente, por eso los santos
suelen acabar como mártires”. Esta descripción de la víctima –de todas las
víctimas-, en la que el observador se equivoca y comete una locura, nos conduce a la estupidez y el miedo como
engendradores del mal: “la estupidez es una enfermedad que casa bien con el
miedo. Una y otro se alimentan mutuamente, creando una gangrena que solo pide
propagarse”. Aterrador.
Conviene leer este libro en estos
días en los que se levantan muros de alambre y cuchillas en Europa; ahora que,
al igual que en el campo de concentración de Brodeck, no lejos de nosotros se
decapita a la gente en las plazas públicas. Conviene leerlo y pensar acerca de
las fronteras, de las de alambre y de las que engendran las mentes humanas,
aquí y allá, en cualquier sitio y en cualquier tiempo. Conviene pensar acerca
de la estupidez y el miedo, y saber identificar el engendro de lo totalitario.