Debolsillo.
171 pags
Dinero quemado, el Cholo y yo
Ricardo Piglia tiene la audacia
de construir una novela muy literaria con materiales en gran parte transcritos directamente
de los medios de comunicación. En ella se cuenta el violento atraco a un
furgón lleno de dinero que salía de un banco, y la posterior huida de los
ladrones, que actuaban conchabados con las autoridades. La voz de un narrador
que entra a saco en las mentes perturbadas de los atracadores, que son carne de
presidio y manicomio, se ensambla de
forma intermitente con la de los medios de comunicación, que narran la brutal
violencia de cuanto ocurre. Son voces tan argentinas, tan localistas, que se
leen con acento de allá. En mi caso el eco de la voz del Cholo Simeone (acabo
de verle en un video graciosísimo) se ha colado en el libro, y puede decirse que
esta lectura ha sido un actividad a tres: Piglia, el Cholo y yo.
La primera mitad me ha resultado
un tanto confusa. Los distintos nombres y motes de los atracadores y sus
cómplices me han complicado la visión diferenciada de cada personaje, y la
acción inicial –el atraco y la huida de Buenos Aires- se me ha hecho un poco
pesada. He controlado finalmente la novela en su última parte, cuando los
personajes principales aparecen ya nítidamente, refugiados en un piso asediado
por la policía y los periodistas, ametrallando a quien se acerque, drogados y
enloquecidos; es entonces cuando se redondea la historia de su pasado y de la
relación que les une, y entonces cuando les conocemos mejor, y cuando entendemos
el título del libro. Plata quemada significa dinero quemado, y quemar plata es “canibalismo”,
“un ejemplo de terrorismo puro” y “un acto nihilista”, según los medios de
comunicación que seguían el suceso. Mereles el Cuervo, el Nene Brigone y el
Gaucho Dorda quemaron una fortuna al final de su aventura, y es en este tramo
cuando Piglia logra mostrarnos con acierto quiénes eran y de dónde venían. A
dónde iban es ya más complicado de saber, porque ni ellos parecían saberlo.