domingo, 26 de noviembre de 2017

Cine. Asesinato en el Orient Express



Innecesaria

Título original: Murder on the Orient Express
Duración: 116  minutos
Director: Kenneth Branagh
 
    Hay veces que sales del cine con la inevitable sensación de que no necesitabas ver esa película, sin que ello signifique que la juzgas mal hecha, o falta de algún elemento imprescindible. Aquí todo está en orden, y la conocida historia de la investigación que lleva a cabo Hercules Poirot en el mítico tren, parado por la nieve en las montañas yugoslavas, va transcurriendo con efectividad. Hay un buen reparto y escenas de exteriores de gran belleza, pero te acompaña una sensación de obsolescencia similar a la que sientes cuando compras el periódico en papel en un pueblo remoto; la impresión de que llevas a cabo un rito anacrónico. ¿Tiene sentido que sigamos viendo películas como esta?  

Cine. The square



Solidaridad, bla, bla, bla

Título original: The square
Duración: 142  minutos
Director: Ruben Östlund
Guión: Ruben Östlund

   Ôstlund consigue su propósito de hacerte la vida incómoda con esta película, que es demasiado larga, pero muy interesante. Christian es el guapo y sofisticado director de un museo de arte contemporáneo. Un día le roban el móvil, y los acontecimientos que este incidente desencadena en su vida le enfrentan con el mundo de los desfavorecidos, una realidad con la que mantiene una relación típicamente sueca y típicamente propia de la élite cultural europea: somos solidarios y tolerantes; promovemos las causas humanitarias.
  Desde su museo, Christian genera productos culturales de alta corrección política. Quienes acuden a sus eventos son altos, guapos y ricos; se dejan el pelo blanco, van vestidos de negro, pronuncian frases incomprensibles y son muy capaces de interesarse por un cuadrado dibujado en el suelo que funciona como “santuario humanitario”, dentro del cual “todos tienen los mismos derechos y obligaciones”.
   Hay escenas impagables que ponen a prueba los límites de la corrección política y la cuestionan. Una conferencia es interrumpida continuamente por los insultos de un asistente, aquejado de un síndrome neurológico que le impulsa a disparar palabras obscenas de cuando en cuando. ¿Deben esos suecos tan tolerantes seguir adelante como si no pasara nada? Para promocionar las visitas a “el cuadrado”, en un mundo en el que todos compiten por la notoriedad en las redes sociales, necesitamos polémica. ¿Qué está permitido y qué no para lograrla? En una cena de gala, la propuesta del artista de turno es la irrupción de un hombre con apariencia de gorila que husmea entre las mesas, portador de una simbología de amplio espectro. ¿Tienen los gestores culturales controlada  a la bestia? Christian lleva a sus hijas a una exposición en la que el público deja sus pertenencias en el suelo, al entrar, como muestra de que confía en los demás. ¿Pero confía él en su compañera sexual?
   Dice Boyero de Östlund que es tan farsante como el mundo que retrata, y puede que tenga algo de razón. ¿No ha hecho él también una película que es pura provocación, sin que ello signifique que contribuya en absoluto a hacer un mundo mejor? En todo caso, la película vale la pena, aunque debería ser más corta.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Cine. La gran enfermedad del amor


Empatía cero



Título original: The big sick
Duración: 119 minutos
Director: Michael Showalter
Guión: Stuart Emily V. Gordon, Kumail Nanjiani

    Los tres planos de esta película empatan a cero en su capacidad de enganchar conmigo.  Ni la historia romántica me interesa, ni el drama de la segunda parte me conmueve lo más mínimo ni el contenido humorístico me hace la menor gracia. Empatía cero es lo que siento ante cualquiera de estos tres elementos. En particular me saca del partido, e incluso consigue irritarme bastante, la repetición de pretendidas  gracietas del protagonista, un taxista de Uber, de origen pakistaní, que aspira a ser monologuista profesional y que actúa en un bar junto a otros aspirantes a cómicos igual de penosos que él. Su romance con la hija de un profesor universitario está lejos de ser Love Story, y el conflicto entre su idilio y los entornos familiares de uno y otro enamorado están resueltos con una sosería y una previsibilidad pasmosas. No comprendo los elogios de la crítica y recuerdo con nostalgia, en cambio, aquella película de pakis y matrimonios concertados tan divertida, la inglesa Oriente es Oriente (East is east). ¡Aquello era otra cosa!


viernes, 3 de noviembre de 2017

Autobiografía. Diez lunas blancas, de Phil Camino






Elba
125 pags.
Escritora valiente

   Madre y valiente son dos palabras que juntas tienen un poder evocador instantáneo. A poca imaginación que uno tenga, al escucharlas así, hiladas, uno se coloca enseguida, sin necesidad de buscar a Brecht en Google, en la épica de la maternidad, un territorio familiar para cualquiera. Quién no conoce a alguna madre valiente, y qué madre no ha sentido alguna vez en sí el coraje ocupando el terreno del miedo, de la angustia, del pesar. Lo que encontramos en este libro, sin embargo, no es la historia de una madre valiente, sino el retrato de una escritora valiente, de una mujer que se enfrenta con un proyecto autobiográfico que ha debido de ser para ella al tiempo un placer y un exorcismo, un reto creativo y una vertiginosa convulsión interior y por tanto, con total seguridad, un trabajo que ha requerido mucho valor. La autora, madre de cinco hijos, narra aquí la pérdida de su hija, que murió a los días de nacer, y al hilo de esos recuerdos escritos “con dolor y alivio”, se mira al espejo y revisa quién es y quién quiere ser como madre, y nos conduce a plantearnos de qué hablamos cuando hablamos de tener hijos.
   ¡Qué difícil! Imagino sus miedos. Al sentimentalismo, a la exaltación, a tener excesivamente presente el Mortal y Rosa, de Umbral, a llorar demasiado al escribir, a no dar con el tono, a no encontrar la voz, al abismo negrísimo entre su intimidad y el insondable cerebro del lector. Pero Phil se adentra en ese viaje con tal naturalidad que cualquiera diría que no ha dudado, que no ha experimentado tremendos dolores de parto al escribir este libro.  Su prosa es directa, sincera. No hay retórica, ni rebuscamiento. Conmueve por su veracidad, por su ausencia de artificios, por la contundencia de la realidad que se desprende de cada evocación, de cada pensamiento, por lo sencillo que resulta acompañarla. Y al tiempo su escritura es culta, cuidadosa, creativa, literaria.
   En las páginas de este libro, repleto de belleza y emoción, se mirarán las madres, pero también cualquiera que sepa disfrutar de la buena literatura.